domingo, 13 de marzo de 2011

EL CALCETÍN DESPAREJADO

Vivimos en un mundo de aparentes certezas en el que cómodamente instalados nos dejamos llevar por una serie de supuestas verdades incuestionables con las que nos movemos por el mundo tan ricamente. Una de ellas es la de creer que siempre, en todo caso y en todo lugar, uno debe llevar los calcetines bien emparejado: misma altura, mismo color, mismo estampado, o lisos y a juego con el tono global del resto de nuestro atuendo. Otra es justamente la contraria, pensar que los calcetines, salvo raras excepciones, no se ven y por tanto da igual lo que se esconda debajo de las botas y los pantalones. Dejando aparte la ostentación de quienes deliberadamente muestran la asimetría de los colores con los que visten o abrigan sus piernas y que se debe a la voluntad expresa de marcar el territorio, el resto nos hemos preguntado alguna vez qué hacer con un  calcetín desparejado.
A veces, creemos que es mejor coger otro cualquiera que tengamos por ahí y calzar los dos bien ocultos bajo las botas, que no se vea nada ni se note siquiera y andaremos muy tranquilos, sin mostrar ni pizca de inseguridad porque nadie adivina lo que escondemos. Otras veces, buscamos otro calcetín lo más parecido posible en el color base de la lana, la seda o la licra, en el tipo de rayas u ositos; con ése tendremos que extremar el cuidado y no enseñar demasiado los tobillos al cruzar las piernas para no llamar la atención sobre las diferencias. Podemos también revolver todos los cajones de la casa en busca de una pareja idónea para nuestro soltero, pedir prestado uno a otro par, aunque tenga otro dueño, y ahora sí que las diferencias serán mínimas, sólo la tintada o la edad del tejido, o incluso el desgaste por el número de lavados y el uso, quizá el roce. Si estamos de buen humor, tiramos el calcetín a la basura y buscamos un par nuevo, completamente diferente a los que queríamos usar inicialmente; esto suele ocurrir pocas veces porque, en los tiempos que corren el humor suele estar para pocas alegrías. Pero lo que casi nunca solemos hacer es salir a la calle sin calcetines, mostrando los pies desnudos en el interior del zapato, casi a la intemperie o sometidos a la incomodidad de rozarse con el cuero, la polipiel, la suela o las cremalleras que hasta nos pueden pinzar el vello.
Eso mismo nos ocurre con las ideas; el ritmo vertiginoso de cambios al que nos vemos sometidos diariamente no nos permite detenernos a pensar con sosiego en cada una de las cosas que pasan a nuestro alrededor. Se suceden los acontecimientos sin parar y no tenemos la calma suficiente para procesar tanta información como nos llega; no podemos compartir ni contrastar con otras personas, no acertamos a elaborar nuestra propia opinión porque nos resulta imposible conocerlo todo sobre todo lo que ocurre que es sistémico, forma parte de una maraña de acontecimientos interconectados entre sí con oscuros códigos de causa efecto que no siempre estamos en disposición de entender. También puede ser que la ambición nos desvíe del camino inicialmente emprendido. O los celos, la envidia o el propio hartazgo. O el dinero.
Habituados como estamos a movernos en territorios conocidos, con alineaciones que nos dan seguridad y nos identifican ante los demás, de repente, un día nos encontramos con una idea nueva que anda suelta por ahí, que no casa con el conjunto de lo que define nuestra  manera global de pensar y altera los tópicos que definen nuestra identidad; notamos que se nos rompe uno de los hilos conductores que nos conectaban a la realidad, a nuestra realidad, a la que nosotros percibimos; algo se nos remueve internamente, nos descoloca y promovemos la reacción.
¿Qué hacer entonces con el calcetín desparejado? Algunos ejemplos muy ilustrativos  de reacciones diversas en  nuestra historia más reciente nos pueden ayudar en la reflexión. Por citar los más llamativos, Victoria Kent y Clara Campoamor, María de Maeztu; Adolfo Suárez y Santiago Carrillo y con ellos todos los protagonistas de la transición, pero también, y salvando las distancias, Rosa Díez, Cristina Alberdi, Rosa Aguilar, Manuel Pimentel, Lalo Azcona, Pepa Flores, más reciente es el caso de Álvarez Cascos. Diversos momentos, diversa circunstancias, diversas personalidades, diversas reacciones
¿Y qué hago yo ahora con esta media recién desmallada?

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